lunes, 19 de enero de 2009


La soledad. El rencor. El miedo. La inseguridad. La desconfianza. El qué dirán. La mentira. El odio. Son sentimientos, emociones oscuras que paralizan al alma. No nos dejan ver con claridad. No nos permiten distinguir cual es el camino correcto. En la vida hay que tomar decisiones. A veces, uno acierta. Otras veces, la mayoría, uno se equivoca. Dicen que hay que aprender de los errores que uno comete en el pasado. Dicen por ahí que lo que no te mata, te fortalece. Todo sería mucho más fácil si uno pudiera mirar objetivamente nuestros propios problemas. Pero, en la mayoría de los casos, no es así. Uno no puede dejar de lado la subjetividad provocada por el dolor y el sufrimiento que aqueja nuestro corazón. Para eso, necesitamos a alguien más. A alguien que equilibre la balanza. A alguien que apueste por nosotros, que nos dé su voto de confianza y nos acepte tal cual somos. Algunos tardamos más, otros tardamos menos. Pero todos buscamos lo mismo. Alguien que nos haga felices.Ser felices, esa es la verdadera cuestión.

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